martes, 25 de noviembre de 2008

Juan Camilo Mouriño Terrazo











Biografía

"Cuando conocí el PAN, me interesé em participar y desde ahí empecé, hasta que gané la Diputación por el Quinto Distrito en 1997".

Mouriño conoció a Calderón en 1996, cuando el hoy Presidente era Secretario General del Partido Acción Nacional (PAN), a nivel nacional. “Yo estaba recién regresado de terminar mis estudios en el extranjero y estaba formando el PAN en Campeche. El PAN, hasta ese entonces, tenía registro en el estado y competía, pero en realidad no era un contendiente. Entonces, él fue como Secretario General con la encomienda de organizar el partido en aquellos estados donde no era competitivo y uno de ellos era Campeche. Y en esa reunión, que habremos estado alrededor de 30 personas, fue el primer contacto que tuve con Calderón”, relata quien en aquel entonces no era panista, aunque sus padres sí. “Mi padre fue el primer empresario que públicamente anunció su afiliación al PAN. 

Después de la campaña de Diego Fernández en el 94 y sin haber militado nunca en ningún otro partido, simplemente era un Estado muy controlado por la estructura y burocracia priísta y había mucho miedo en participar en la oposición. Por alguna razón ellos decidieron afiliarse y públicamente hacer esta afiliación. Cuando regresé de los estudios y empecé a involucrarme en la vida y negocios familiares, se dio esta reunión, fui y ahí inicié mi participación en el partido”.Proyecto CalderónLicenciado en Economía por la Universidad de Tampa, Florida, con postgrado en Contaduría y especialización en Finanzas por la Universidad Autónoma de Campeche, “En 1997 fui candidato por el PAN a diputado local en Campeche, y él era Presidente Nacional. Fue en distintas ocasiones a apoyarnos, incluso fue al cierre de campaña. Gané la diputación local y empecé a involucrarme en tareas del partido y a vincularme mucho con el CEN para seguir haciendo que el PAN creciera en el estado, entonces empezamos a tener una mayor relación. 

Después, tuve un par de cargos en la estructura del partido allá y luego viene la campaña del 2000. Fui coordinador regional de la Campaña de Vicente Fox y candidato a diputado federal ‘pluri’. Cuando ganó Vicente Fox el 2 de julio se armó un equipo de trabajo de quienes íbamos a ser diputados federales y teníamos un perfil económico financiero, encabezado por el propio Felipe Calderón que iba a coordinar la bancada para empezar a ver el paquete económico de 2000-2001 y empezar a trabajar, vengo a ese equipo de trabajo y a partir de septiembre me integré a la bancada que él encabezó.

 Ahí empezamos una relación, que ya se había generado con años anteriores, pero mucho más cercana, éramos compañeros de bancada y me dio la responsabilidad de encabezar la Comisión de Energía, entonces y por lo mismo, cuando lo nombran a él Secretario de Energía me invitó a participar primero como Coordinador de Asesores y luego como Subsecretario, junto con él”.Según Mouriño, de 35 años, a él y al Presidente los une el tema generacional, la admiración, el respeto y una visión de país. “A pesar que él es unos años mayor que yo, es alguien que tuvo muchas oportunidades de joven y que todos los jóvenes del PAN siempre admiramos mucho, porque fue líder juvenil, luego se convirtió en Secretario General y después en Presidente del Partido. Pero además es alguien que, por las mismas oportunidades que tuvo a esas edades, no tenía problema para confiarle responsabilidades importantes a gente joven. Él nunca basa su decisión de a quién encargarle alguna responsabilidad en función de la edad que tuviese. A mi me dio la responsabilidad de ser presidente de la comisión de energía en la Cámara de Diputados a los 28 años”.Proyecto de vida Nacido en Madrid, España, el 1 de agosto de 1971, el economista recuerda que su infancia la vivió dividida en distintas etapas. “Primero viví unos años en España, recuerdo poco de aquella infancia, porque estuve hasta los cinco años y simplemente recuerdo una familia muy integrada, lo es todavía, muy unida, con valores familiares muy fuertes.

 Después llegamos al Distrito Federal y aquí estuve hasta los 12 años. Lo que recuerdo en casa era un ejemplo de un padre sumamente trabajador y su única manera de dedicar los pocos tiempos que tenía libres era pasarlos con sus hijos y con su familia, eso imprimió unos valores muy fuertes en mí y en mis hermanos. También recuerdo a un padre y una madre muy abiertos a platicar con nosotros, sobre cualquier tema y sobretodo a criticar las cosas que no estaban bien, a señalarlas, decirlas, enfatizarlas, discutirlas, lo que nos hizo ser jóvenes muy enterados de lo que sucedía y muy participativos. Recuerdo también que, en esos y en años más recientes, las decisiones de familia las tomábamos como tal, somos una familia muy democrática y eso también se me quedó muy marcado. Finalmente la decisión, que considero yo valiente, de participar en la oposición, más allá de la crítica y las inconformidades, llevarlo a acciones concretas. Y es importante porque a nosotros no nos iba nada mal con el sistema. Afortunadamente nuestra rama empresarial no tiene nada que ver con ninguno de los tres niveles de gobierno, nos iba muy bien, nunca nos acosaron ni persiguieron. Al contrario, nosotros crecimos en la época del PRI muy bien y sin bronca, pero veíamos cosas en nuestro estado que no nos gustaban y que eran parte, en buena medida, por no tener competencia política, por ser un monopolio el de la política en Campeche y que hacía que el estado fuera de los más retrasados del país”.

El economista decidió su vocación por varios factores. “Siempre nos orientaron a, si bien estábamos en la parte empresarial y nos iba bien, ser socialmente muy responsables. No sentir que porque uno tenía comodidades o le iba bien, el entorno estaba lo suficientemente bien o había que conformarnos o seguir así, entonces siempre tuvimos una clara conciencia social. De hecho, a diferencia de lo que se piensa, nosotros no venimos de una familia empresarial de generaciones y de riqueza y abundancias. Lo que se ha hecho, se ha hecho en una sola generación y con el esfuerzo y trabajo de quien encabeza el núcleo familiar, que es mi padre. Él comenzó como trabajador y por lo tanto es muy consciente del esfuerzo que se tiene que hacer y las dificultades que hay para salir adelante y nos lo imprime, no nos puso todo fácil en la vida por el hecho de que a él le haya ido bien y punto. Al contrario, nos hizo luchar mucho desde en los estudios, el trabajo hasta en cualquier cosa en que creamos y que nos apasione. Entonces, cuando conocí al PAN, me interesé en participar y desde ahí empecé, hasta que gané la diputación por el quinto distrito en 1997 y ahí estuve un tiempo, lo confieso, con un pie en la empresa y un pie en la diputación hasta que te das cuenta que tienes que tomar una decisión. Ahí tomé la decisión de vida, de dejar la empresa en todo sentido, incluso desde el punto de vista accionario, desvincularme del sector y las empresas familiares y dedicarme a la política”.

Mouriño dice ser un trabajador nato. “No tengo problemas con horarios ni con días de la semana. Me gusta trabajar, lo disfruto mucho y le dedico la mayor parte del tiempo a ello”, y cuenta que además de ser una persona responsable, organizada y exigente, también sabe conformar equipos. “Soy una persona que si bien exijo, también le doy su lugar a cada persona, permito que la gente asuma sus responsabilidades, tome sus decisiones, y las respeto y respaldo. También soy una persona que permite que las decisiones, que como equipo se tienen que tomar, se tomen en forma democrática, que haya grupos de equipo de trabajo donde todo mundo se exprese con libertad y de su opinión y prevalezca lo que la mayoría de las personas ahí piensan”.Padre de tres hijos –de siete, cuatro y un años– a Juan Camilo le gustaría dejarles como herencia el que ellos lo recuerden como él recuerda a sus padres. “Como alguien muy trabajador, muy entregado, con conciencia social, que luchó por lo que realmente quería sin ceder nunca valores o creencias y por supuesto una educación. Lo más que les puedo dejar es un título universitario, eso nos lo pusieron siempre como condición a nosotros y lo pondré yo como condición a mis hijos, no es optativo, el que sea, el que quieran, a lo que se quieran dedicar, yo no tengo problema con ello, pero sí que terminen sus estudios y que tengan este concepto de su padre”.

"El hombre es mortal por sus temores e inmortal por sus deseos."
(PITÁGORAS)




Jacobo Zabludovsky
Bucareli
10 de noviembre de 2008

Adiós Mouriño

Lo último que vieron tres segundos antes de morir fue quizás el tejado rojo del restaurante japonés Suntory. Ahí, en el mes de julio, hablé por segunda vez con Juan Camilo Mouriño. Fue uno de esos domingos familiares. Cuando terminamos de comer, rumbo a la salida, Juan Camilo se levantó y me pareció que había prolongado su sobremesa para propiciar el encuentro. Saludamos a su esposa María de los Ángeles, a sus hijos Mari, Iván y Juan Camilo y a otra persona. Plática previsible: edades, escuelas, aficiones. Abrazo cordial. Nos hablaremos de tú. La despedida típica: te llamo para comer. Hubo varios intentos pero se atravesaron viajes, compromisos, problemas de agenda. La primera había sido en la comunión de los hijos de Perla y Juan Francisco Ealy Ortiz. Se abrió paso entre los numerosos invitados para llegar a nosotros. Mientras lo veía acercarse pensé en la rara forma de conocernos: que vendría a reclamar, a quejarse de mis Bucarelis recientes. Por lo menos en dos había puesto en duda su eficacia en la Secretaría de Gobernación, con fundamento en acusaciones públicas contra él. El título de la columna el 3 de marzo “Mouriño herido”, explica su contenido. Y la del 31 de marzo “Calderón Mouriño S. A.” empezaba con la frase “La acusación me parece grave”.

 En el rincón de mi cerebro donde se aloja el instinto de conservación se encendió la alerta. Me puse en guardia, los artículos podían ser causa o presagio de una actitud agresiva del recientemente nombrado secretario, a quien jamás había visto en persona, huelga decir que tampoco cruzado palabra alguna. Mis inquietudes eran infundadas. Mouriño llegó con la mano extendida, celebrando la oportunidad de conocernos, recordando trabajos de mi carrera periodística, ligándolos a sus recuerdos infantiles, juveniles, familiares. Le pregunté si había leído mis columnas. Me dijo que no se las perdía. ¿No le han molestado? “Tengo el más absoluto respeto a la libertad de expresión, usted es libre de opinar como guste, así deben ser las democracias”, dijo. La conversación derivó a otros temas, intervinieron más invitados, cada quien regresó a su grupo. La tercera fue en la comida pendiente. Septiembre 12. Juan Camilo escogió un restaurante de Polanco, Bico, con dos comensales más: Miguel Monterrubio, director general de Comunicación Social de la Secretaría de Gobernación, quien falleció también en el accidente del Learjet, y Francisco Aguirre, presidente de Radio Centro. No quiero detallar, no tomé notas ni vienen al caso los incidentes de una conversación en que privó más una intención de establecer vínculos que la de dirimir querellas. Cierta molestia surgió, única aspereza recordable, cuando se tocó el tema, vivo en esos días, de la interrupción del sexenio presidencial. Calificó la propuesta, mencionando a Porfirio Muñoz Ledo, como perjudicial, contra México, casi catastrófica. Me sorprendió la discreción y la cultura de Monterrubio, oportuno en sus intervenciones con citas históricas, menciones de libros, anécdotas. Pensé llamarle para tomar un café, saber más de él. No lo hice. El tiempo se fue hablando de periodismo, la historia de la televisión en México. Como aplazando temas para otras reuniones que nos prometimos periódicas y frecuentes. Cuando vimos el reloj habían pasado cuatro horas, sobraba la mitad en la única botella de Rioja y funcionaban todavía las pilas del celular incesante de Mouriño. No coincidimos en la mayoría de las opiniones, especialmente en las políticas que cada quien defendió sin esperanza de convencer y sin interrupciones. 

Un joven menor que la mitad de mi edad expresaba su verdad que no era la mía, pero al mismo tiempo, desde su cargo público, el más importante después del Presidente, mostraba la paciencia necesaria para entender la razón de mis críticas. El intercambio de ideas no debe llevar necesariamente a un mundo de posturas iguales o similares. Tengo el recuerdo grato de una tarde valiosa. De los cuatro, dos están muertos. A Monterrubio esa sola vez lo vi. Luego supe de sus méritos en la Secretaría de Relaciones Exteriores, de sus estudios de periodismo en la Academia Nazionale Della Comunicazione, en Roma, Italia. Lástima. Lamento su muerte y la de todas las víctimas de esta tragedia. Unas palabras sobre Juan Camilo Mouriño. A su esposa, sus hijos, a sus padres y hermanos, al presidente Felipe Calderón, a sus amigos, mi solidaridad en su tristeza. Echaré de menos esa esgrima mental. Su habilidad para exponer su criterio y defenderlo a capa y espada. Creo que nunca llegaríamos a coincidir. Pero no se trataba de convencer sino de poder diferir en torno a la misma mesa. Eso, en el fondo, es todo.



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